TENSIÓN DEL DESEO - CUANDO SOLO YO DESEO


 

El verdadero problema de esta situación es que sólo una de las partes, atesore tal tensión .Y, si no hay correspondendia , puede derivar en desastre. Uno se ilusiona y cree ver un espejismo de reciprocidad en el otro... que no es cierto .


Tienen difícil solución porque no ocurre entre iguales componente de "admiración platónica

: profesor-alumno etc. 


Quien siente la carga eléctrica, alarga la situación en tanto que el proceso le proporciona altas dosis de satisfacción una nota, una mirada un halago .


El "deseado", no dará excesivas alas al sentimiento que provoca ,pues le resulta estimulante para su ego.


En este supuesto los riesgos son más altos que los beneficios .Aquel que siente la tensión sexual vivirá en una placentera burbuja de irrealidad que le hará más llevadero el trabajo, el estudio o la actividad que desarrolle bajo la mirada de su "objeto de deseo.


Cuando el amado ejerce de adulto "con la mente fría y pone el límite no le quedará más remedio que aceptarlo aunque el deseo quede latente. Como en un ruptura sufrirá un duelo, aunque con mayor idealización, si cabe"

 

Los expertos en comportamiento suelen recomendar no dar la espal­da a una situación de éste tipo, siempre y cuando sepamos gestio­narla. 


La situación "tensiónica" se detecta de una manera clarísima: contracciones en el estómago, aturdimiento, imposibilidad para hacer nada a derechas ante la per­sona deseada...

 

De poco sirve recordarnos que tenemos pareja o auto convencernos de que es una relación que no va a ninguna parte.


 Somos seres sexuados y el conti­nuo roce con compañeros de tra­bajo, de gimnasio, cuñados... no puede impedir esos fogonazos quí­micos. 


Cuanto más larga ha sido la espera, mayor es la satisfacción de consumarla pero, por lo general, son situaciones de pronta reso­lución.


 Si se rompe el hechizo del coqueteo platónico: se obtiene la ventaja de haber cumplido una expectativa sexual, sentirse más vivo, más reafirmado como adulto que asume su deseo sin que tenga por qué mediar el amor. 


El único inconveniente de realizar lo idea­lizado es que "la fantasía desem­boque en la peor decepción de una vida" -que suele ser la mitad de las veces-, matiza el director del Gabi­nete Psicantropía.


Dicen los expertos que seis de cada diez personas se sienten atraídas por un colega del ámbito laboral.


 No en vano, el trabajo es un universo en sí mismo. En él pasamos una media de diez horas diarias, y se hace inevitable ir tejiendo una red de complicidad y admiración mutua que se aviva con los encuentros esporádicos en horario extra laboral, en los que pocas veces lastramos al otro hacia las miserias de nuestra rutina.


 Así se afianza la idealización. En el trabajo aparecemos presentables, cualificados e ingeniosos. Resolvemos problemas en la esfera de nuestras competencias que nos hacen parecer mejor de lo que somos.


 Poco a poco vamos siendo objeto de idealización o somos nosotros quienes idealizamos. Cada revés sufrido en la vida real de nuestro hogar encuentra un balsámico linimento en el compañero.


 Nunca nos defrauda, siempre nos hace sonreír, con frecuencia es nuestro paño de lágrimas... "¿Qué sería de mi vida con...?" Es la pregunta más frecuente tomando como excusa la imagen de la persona que ocupa la mesa contigua en la oficina.


 Los sociólogos mencionan un resultado abrumador: "Cerca del 90% de los trabajadores aseguran que tendrían un encuentro erótico con un colega".

SIN CULPAS

Sucumbir a un estado de excita­ción no debería generarnos sentimiento de culpa.


 Tener feeling hacia otro que no es quien ocupa nuestro corazón no es síntoma de que las cosas vayan mal en nuestra relación. "En mu­chos casos, no sólo es compatible con una pareja esta­ble sino que puede enriquecerla", concluye Raúl Padilla, psicólogo y terapeuta sexual. 


La ventaja es que la rela­ción no ha quedado en el limbo de lo que pudo haber sido y no fue, que suele resultar un quiste emocional frustrante. 


El inconve­niente es luchar contra el miedo atávico a haber "fallado" a nues­tra pareja o sentir que hemos frivolizado con nuestra sexuali­dad.


 A decir de los expertos, es una lección de vida: si nos ha re­sultado estimulante, y el juego "tensional" ha merecido la pena, no será la última vez... Aunque, también es más que posible que hayamos aprendido que nuestra vida ya es bastante compleja.


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