EL INCONSCIENTE Y LA SOMBRA- INTERESANTE LEER



Nuestro intelecto ha hecho conquistas tremendas ,pero al mismo tiempo
nuestra casa espiritual se ha desmoronado.

Al desaparecer nuestra herencia, el espíritu descendió como diría Heráclito de su eminencia ígnea. Pero cuando el espíritu se vuelve más pesado se convierte en agua, y así el intelecto se apoderó del trono que antes ocupaba el espíritu.


El agua es el símbolo más corriente de lo inconsciente. El en el valle es lo inconsciente, que en cierto modo está dentro de la conciencia, por lo cual es también designado con frecuencia como lo "subconsciente",.El agua es el "espíritu del valle el dragón del agua del Tao cuya naturaleza es similar al agua un Yang integrado en el Yin. Psicológicamente agua quiere decir espíritu que se ha vuelto inconsciente. El descenso a las profundidades parece preceder siempre al ascenso.


Es cierto que quien mira en el espejo del agua, ve ante todo su propia imagen. El que va hacia sí mismo corre el riesgo de encontrarse consigo mismo. El espejo no favorece, muestra con fidelidad la figura que en él se mira, nos hace ver ese rostro que nunca mostramos al mundo, porque lo cubrimos con la persona la máscara del actor.

Pero el espejo está detrás de la cara y muestra el verdadero rostro. Esa es la primera prueba de coraje en el camino interior; una prueba que basta para asustar a la mayoría, pues el encuentro consigo mismo es una de las cosas más desagradables y el hombre lo evita en tanto puede proyectar todo lo negativo sobre su mundo circundante.

Si uno está en situación de ver su propia sombra y soportar el saber que la tiene sólo se ha cumplido una pequeña parte de la tarea: al menos» ha trascendido lo inconsciente personal.

Pero la sombra es parte viviente de la personalidad y quiere entonces vivir de alguna forma.

No es posible rechazarla ni esquivarla inofensivamente . Este problema es extraordinariamente grave, pués no solo pone en juego al hombre todo, sino que también le recuerda al mismo tiempo su desamparo y su impotencia.

A las naturalezas fuertes —¿o hay que decir más bien débiles?— no les gusta esta alusión y se fabrican entonces algún más allá del bien y del mal ,cortando así el nudo gordiano en lugar de deshacerlo. Pero tarde o temprano la cuenta debe ser saldada.

La reacción necesaria y requerida se expresa en representaciones configuradas arquetípicamente. El encuentro consigo mismo significa en primer término el encuentro con la propia sombra.

Es verdad que la sombra es un angosto paso, una puerta estrecha, cuya penosa estrechez nadie que descienda a la fuente profunda puede evitar. Hay que llegar a conocerse a sí mismo para saber quién es uno, pues lo que viene después de la muerte es algo que nadie espera.


Si la discusión con la sombra es la prueba que consagra oficial al aprendiz, la discusión con el anima es la prueba que consagra maestro al oficial.

Porque la relación con el anima es una prueba de coraje y una ordalía del fuego para las fuerzas morales y espirituales del hombre.


El "hombre sin sombra es precisamente el tipo de hombre estadísticamente más común, que se imagina que él es sólo aquello que se digna saber de sí mismo.


Los procesos psíquicos se comportan por lo tanto como una escala que se desliza a lo largo de la conciencia. Tan pronto se encuentra en la cercanía de los procesos instintivos y cae luego bajo su influencia, como se acerca al otro extremo, donde
predomina el espíritu, y asimila incluso los procesos instintivos más antagónicos a él.

Estas posiciones opuestas que son causa de ilusión, de ningún modo son fenómenos anormales, sino que constituyen las unilateralidades psíquicas típicas de la persona normal de hoy. Estas unilateralidades se manifiestan evidentemente no sólo en el terreno de la oposición espíritu-instinto sino también en muchas otras formas.

Esta conciencia "deslizante" es todavía enteramente característica de las personas de nuestros días.

La unilateralidad condicionada por ella puede sin embargo ser superada por la realización de la sombra.

Un problema de esa índole es la "realización de la sombra", es decir, la interiorización de la parte inferior de la personalidad.

Esa "sombra" no puede ser falseada convirtiéndola en un fenómeno intelectual, porque constituye una vivencia y una experiencia que compromete al hombre todo. La naturaleza de lo que hay que comprender y asimilar ha sido expresada tan plástica y acertadamente por el lenguaje poético con la palabra "sombra" que sería casi una arrogancia omitir el uso de este vocablo corriente. Ya la expresión misma "parte inferior de la personalidad" es inapropiada e induce a error, mientras que por el contrario el término "sombra" no incluye en su contenido ninguna otra referencia .

La confrontación con un arquetipo o un instinto representa un problema ético de primer orden, cuya perentoriedad sólo llega percibir quien se ve ante la necesidad de decidirse sobre la asimilación de lo inconsciente y la integración de su personalidad.

Esta necesidad afecta únicamente a aquel que comprende que tiene una neurosis o que siente que su situación anímica no es satisfactoria.
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Ciertamente éste no es el caso de la mayoría, quien es primordialmente hombre-masa, por principio no comprende nada ni tampoco necesita comprender nada.

Pero aquel que sabe que de él depende algo, o que por lo menos algo debería depender, se siente responsable de su situación anímica y tanto más cuanto más claro ve cómo debería ser para llegar a ser más sano más estable y más apto.

Si se encuentra en camino de la asimilación de lo inconsciente, puede estar seguro de no salvarse de ninguna dificultad que sea componente imprescindible de su naturaleza.

El hombre-masa, por lo contrario, tiene la prerrogativa de ser siempre totalmente inocente de las catástrofes políticas y sociales en las que todo el mundo queda comprometido. Y así, nada le quedará como balance final mientras que el otro tipo de hombre, en cambio, tiene la posibilidad de encontrar una posición espiritual ventajosa, un reino que "no es de este mundo.

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