Nuestro camino hacia la felicidad comienza con la seguridad de nuestras necesidades básicas tanto fisiológicas como psicológicas.
Entre las primeras se encuentran aquellas que aseguran nuestra supervivencia, como cobijo y comida (pues no hay duda de que para ser feliz hay que estar vivo primero).
Cuando éstas no están satisfechas puede resultarnos más difícil centrarnos en las necesidades psicológicas esenciales, pero ambas son necesarias para nuestro bienestar y satisfacción y no se excluyen mutuamente.
Las necesidades psicológicas primordiales son las siguientes:
1. Libertad y autonomía: es la sensación de que lo que hacemos lo hemos elegido libremente y no nos hemos visto obligados a ello.
2. Creer en uno mismo: esencialmente significa tener la certeza de que somos fieles a nosotros mismos y hacemos aquello en lo que creemos.
3. Mantener relaciones personales satisfactorias.
4. Sentir que somos competentes en algo.
Los dos primeros puntos son, posiblemente, los más complicados, pues muchas veces sentimos que la vida nos arrastra en una dirección que no es la que elegiríamos libremente, y mantenernos fieles a nosotros mismos no siempre es fácil. ¿Cómo lograrlo?
No será toda nuestra vida un aprendizaje? ¿No será que todo lo que nos ocurre no es sino escuela y oportunidad de crecimiento?
¿No será que nos resistimos a verlo así porque nos cuesta cambiar y preferimos la pseudoseguridad controlada a la novedad arriesgada, la instalación a la búsqueda, "lo malo conocido a lo bueno por conocer"?
Los seres humanos fuimos creados para vivir plenamente, no para llenarnos de amargura.
Por otro lado, a medida que pasan los años, hay algo que se nos hace más y más evidente: lo realmente decisivo no es lo que nos sucede, sino aquello que hacemos con lo que nos sucede.
Porque un mismo hecho puede construirnos o destruirnos, según sea nuestro modo de afrontarlo y vivirlo.
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