ACEPTANDO NUESTRA SOMBRA




Aunque ya Freud había sentado las bases para la comprensión de nuestra naturaleza oculta,  que el denominaba, inconsciente,  y aunque el literato Stevenson nos presentó magistralmente la dicotomía metafórica entre la Luz y la Sombra con su obra Dr. Jekyll y Mr. Hyde,  fué Jung el que acuñó el término “sombra” para definir los aspectos negativos (no malos)  que no queremos reconocer y que reprimimos,  echándolos al saco de lo “indeseable”.

Cuando una persona niega su sombra (el egoísmo, la preferencia sexual, la ira,  el miedo, la crítica, etc.),  la energía entregada a ese lado oscuro no está disponible para poder analizar, comprender y abrazar las razones y sentimientos profundos de su existencia. 

Lo que queda en lugar de la aceptación es la tensión.  De ahí que muchas personas vivan permanentemente cansadas,  entristecidas o estresadas.

  ¡¡Cuesta mucho esfuerzo seguir manteniendo la “coraza”, como dirían Reich, Lowen o Pierrakos¡.  ¡¡¡Es un auténtico desgaste de energía¡¡¡.  Desde un punto de vista psicoanalítico las personas prefieren esta tensión que enfrentarse a la “angustia” de la verdad.   Lo que no sabemos es que esta verdad, como decía Jesús, el Cristo,  “nos hará libres”. Un tiempo de angustia es mejor que toda una vida en tensión e infelicidad.

En numerosas ocasiones esa verdad (en este caso de tinte oscuro por oculto, negativo,  por polaridad) no es necesariamente negativa.   Se vuelve negativa por el ostracismo al que se la ha relegado en las mazmorras del inconsciente.

 Hay veces,  que esa verdad es un potencial no desarrollado en la infancia que se quedó olvidado en el zurrón de las habilidades.  No se usó.  No se ha desarrollado y la sombra lo engulle para seguir alimentando al “monstruo” con... no importa qué. 

A veces,  en la sombra se encuentran sentimientos positivos (de amor, de deseo) que no han sido   expresados (por miedo, pudor, indecisión, etc.).  Puede ser incluso un “te quiero” atragantado que no llega a ver la luz. Ocurre, en ocasiones,  que la propia persona amada es un fiel reflejo de nuestra sombra.

Para Wilber, y para muchos otros, la aceptación de la sombra se vuelve una condición necesaria para poder integrar nuestra naturaleza humana y divina.

Esta aceptación (entendida por los maestros espirituales como la primera ley del Espíritu),  pasa, por el reconocimiento del juicio perpetrado contra lo reprimido (sucio, oscuro, horrible) y en segundo lugar por la responsabilización de lo propio “eso que hasta ahora he juzgado y/ o no he sabido ver o ni siquiera me he permitido ver, eso... es mío”.  

Wilber nos recuerda que por mucho que tratemos de alejar la realidad (de la propiedad o pertenencia) colocando lo negativo personal,  en el otro (la llamada “proyección” en psicología),  el “monstruo”, el “dragón”, “el coco” sigue existiendo e irá haciendo daño, soterradamente,  desde su posición rechazada.

 Finalmente si se persiste en la proyección o negación,  el  animal salta sobre nosotros y se produce la crisis.  Entonces nos encontramos con síntomas de todo tipo,  desde los físicos a los  emocionales y psíquicos.  Es una forma de enfrentarse con el monstruo a la fuerza.

Para aceptar la sombra,  Wilber nos recomienda la técnica 3-2-1 que reconoce la irrealidad de proyectar la sombra sobre el 3 como “ello” o “él” para poderlo pasar al “tu” y así poderlo hablar, expresar, manejar, para, finalmente, integrarlo en el “yo”responsable. 

Y también añade , que “lo único que necesitamos para integrar esas facetas negativas (e insiste que no,  malas) es concedernos a nosotros mismos la amabilidad, comprensión e incondicionalidad que dispensamos a nuestros amigos”. 

¡¡Y es que muchas veces hacemos más importantes a los demás que a nosotros mismos¡¡. ¡¡A menudo , vivimos en la creencia del no merecimiento (proveniente, por lo general, del juicio -consciente o inconsciente-  “soy mala” por tener estas características negativas).  Ahora bien si no quiero a mi monstruito ¿quién lo va a querer?.

Si aprendo a:

1º Reconocerlo como propio y por lo tanto responsabilizarme de su existencia
2º Conocer sus razones y reacciones
3º Comprenderlo, aunque no lo apruebe moralmente
4º Amarlo como parte propia
5º Reprenderlo sin dejar de tenerlo en cuenta
6º Manejarlo (desarrollar los recursos para tenerle firme) 
7º Aprender a negociar con él/ella

… entonces y sólo entonces viviré en paz.

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