Nosotros no podemos percibir directamente el dominio oculto de la sombra ya que ésta, por su misma naturaleza, resulta difícil de aprehender.
La sombra es peligrosa e inquietante y parece huir de la luz de la conciencia como si ésta constituyera una amenaza para su vida.
Así pues, sólo podemos ver a la sombra indirectamente a través de los rasgos y las acciones de los demás, sólo podemos darnos cuenta de ella con seguridad fuera de nosotros mismos.
Cuando por ejemplo, nuestra admiración o nuestro rechazo ante una determinada cualidad de un individuo o de un grupo como la pereza, la estupidez, la sensualidad o la
espiritualidad, pongamos por caso es desproporcionada, es muy probable que nos hallemos bajo los efectos de la sombra.
De este modo, pretendemos expulsar a la sombra de nuestro interior proyectando y atribuyendo determinadas cualidades a los demás en un esfuerzo inconsciente por desterrarlas de nosotros mismos.
Nuestra sombra personal contiene todo tipo de capacidad de potenciales sin manifestar, cualidades que no hemos desarrollado ni expresado.
Nuestra sombra personal constituye una parte del inconsciente que complementa al ego y que representa aquellas características que nuestra personalidad consciente no desea reconocer y, consecuentemente, repudia, olvida y destierra a las profundidades de su psiquismo sólo para reencontrarlas nuevamente más tarde en los enfrentamientos desagradables con los demás .
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