Si creemos en nuestra propia fuerza y apostamos por vivir no solo para cubrir carencias, sino para sentirnos plenamente realizados, recibimos dos valiosos regalos. El primero, la convicción de que las decisiones que tomamos acerca de nuestra vida son las acertadas. El segundo, la certeza de contar siempre con una energía poderosa que nos guiará en la consecución de nuestros sueños.
La mayoría de nosotros hemos pasado en algún momento de nuestras vidas por un periodo de reflexión o de reorientación interno. Estas crisis personales ,pese a que en algunos casos puedan resultar difíciles de afrontar, siempre acaban por ser fértiles para nuestro crecimiento personal; se trata de aprender a gestionárlas a nuestro favor.
Un periodo de crisis es, básicamente una combinación de amenazas y oportunidades . Las amenazas siempre son en torno al miedo que produce el cambio, la confusión sobre hacia dónde las dudas acerca de las propias capacidades y la incertidumbre sobre lo que deparará el futuro. Las oportunidades las hallamos al examinar nuestros valores y creencias más
profundas para vivir con mayor plenitud.
Cuando las circunstancias nos obligan a hacer un alto en el camino y nos paramos a pensar sobre cómo hemos llegado hasta aquí y qué queremos hacer a partir de ahora, surgen nuevas posibilidades de crecimiento personal.
En este sentido, resulta interesante la propuesta que el filósofo japonés Hiroshi Tasaka realiza en su obra Encuentra tu cumbre: "Si te preguntaran si querrías vivir exactamente la misma vida un número infinito de veces, y repetirla una y otra vez, ¿dirías que sí?".
Deberíamos hacer todo lo posible para que nuestra respuesta fuese afirmativa. Y, para ello, hemos de reflexionar sobre qué es lo que nos impide vivir esa vida que cada cual desearía tener. No me refiero a cuestiones externas o a aspectos que dependan de otras personas, sino a la posibilidad de encontrar cada uno un sentido a su propia vida.
La vida es transformación y vivir exige amoldarse constantemente. Cuando una persona aprende a adaptarse de forma gradual a los cambios, día a día, en cuerpo, mente y entorno, aceptando este hecho como natural y respondiendo de forma consciente a los desafíos de la vida, entonces conecta con su presente y aprende a valorar las cualidades positivas de su realidad.
En cualquier caso, las crisis pueden servirnos para entrar en contacto con nuestros miedos, con la vulnerabilidad y la mortalidad. Estos momentos de desequilibrio nos permiten tomar conciencia de la realidad de la vida, imprevisible y mudable, para valorar esos tesoros que son la salud, las relaciones afectivas y la vida en general.
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