Cuerpo y mente son las dos caras de nuestro verdadero ser , por eso es tan importante que estén íntimamente conectados .
Muchas de las personas que deciden emprender un camino de crecimiento personal inician su búsqueda exclusivamente en el terreno mental, un camino duro, pero que con empeño y trabajo resultará grato.
Sólo hay un pero, y es que los humanos no sólo somos seres psíquicos, sino que también somos corporales.
Los caminos para crecer son múltiples, pero hay uno que rara vez tenemos en cuenta, y es el sendero del cuerpo.
Es común y saludable mantenerlo en forma, pero en lo referente a convertirse en un camino hacia la madurez no suele contemplarse como una posibilidad más. Y lo es.
El lenguaje que utilizamos a diario está repleto de expresiones que hacen referencia a la relación del cuerpo y la mente.
Mantenerse por su propio pie: valerse por sí mismo.
Sacar pecho: protección y valentía.
Ser de cuello duro: tozudez.
Ser del puño cerrado: tacañería.
Sacarse un peso de encima: liberarse.
Echarse todo a la espalda: sinónimo de cargar con demasiada responsabilidad.
Somos una unidad ¿Verdad que resulta difícil preparar una infusión de té si nuestra taza está agrietada o rota? ¿O disfrutar de ella si el té está amargo porque nos hemos pasado en el tiempo de infusión?
Pues tan importante es el recipiente como el contenido a la hora de que nuestra infusión vital nos alimente y nos regale momentos de felicidad, encuentro y crecimiento.
Nuestra mente y nuestro cuerpo tienen establecida una relación íntima e indisoluble que cuando por alguna circunstancia se rompe, da paso a la enfermedad.
Podramos decir que cada uno es el espejo del otro. Concretamente, la musculatura de la espalda es el reflejo de muchas de nuestras vivencias y gestiones emocionales.
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