Lo que caracteriza a la gente agresiva es el mal humor, un pésimo estado de ánimo que contamina todas sus relaciones, sus actividades y su vida.
El mal humor expresa disconformidad; por alguna razón las personas malhumoradas tienen una visión deformada de la realidad, complaciéndose en ver el lado negativo de las cosas y esta forma de ver el mundo acentúa cada día más su condición.
La violencia es el intento fallido de descargar las emociones negativas sobre los demás para intentar aliviarse, pero ese comportamiento reiterativo, lejos de hacerlos sentir mejor los llena de culpa y de odio a si mismos, sentimientos que mantiene y acentúa el hecho de sentirse frustrado, desequilibrado y mal.
En esos casos, una sola persona que se propone cambiar puede también cambiar su entorno.
Hay personas que son difíciles de tratar, porque en el fondo lo que desean es estar en permanente crisis para expresar su descontento y no hay nada que pueda modificar esa condición.
Sin embargo, como no existe nadie que sea enteramente malo ni totalmente bueno, es probable que posean algún aspecto de la personalidad que sea positivo y ese es el lado que se puede rescatar.
Conectarse con ese sector de la persona conflictiva no contaminado e ignorar el resto, puede producir cambios.
En un grupo familiar la violencia se origina en uno de sus miembros y los demás actúan por contagio, o sea responden, ya sea tratando de hacer equilibrio para evitar la disgregación del grupo o bien reaccionando también en forma violenta.
El resultado es una patología familiar que por lo general da como resultado la presencia de un emergente, que es el que se atreve a no tolerar más esa situación, y a patear el tablero.
Sin embargo hay gente que sobrevive a esta forma de vida desquiciada y aunque puede resultar afectada de algún modo, logra salir de ese ambiente y hacer su propia vida de otro modo.
¿Cómo resuelven estas personas estos problemas para poder seguir viviendo?
El hecho es que deciden, desde sus limitaciones, intentar ser felices viviendo sus propias vidas y se concentran en ello sin prestarle atención a todo lo demás.
Otros, los más débiles, es probable que se decidan a utilizar ese argumento para justificar su inoperancia y volverán a reiterar este patrón en sus propias familias.
La persona violenta está mal con ella misma, tiene baja su autoestima, no se aprecia ni se acepta ni se quiere, siente que tampoco la quieren los demás y se siente sola.
De esa forma esa persona violenta se descarga, buscando que los demás sientan lo mismo y sufran como ella.
Desde cualquier circunstancia se puede crear una vida diferente, proyectándola como uno quiere y haciendo lo que está al alcance para que así sea, regocijándose por anticipado antes de verla.
Porque las cosas en esta vida sólo dependen de los demás y de las circunstancias cuando les otorgamos ese poder, pero si asumimos nosotros el control de nuestra propia vida ya no nos afectan.
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