Estado de excitación controlado, romance platónico insinuado pero no consumado, es una vieja y dulce enfermedad del alma hoy rebautizada como tensión sexual no resuelta.
Es muy común que dos personas se den cuenta de lo mucho que les cuesta ser amigos... Una vieja, y dulce, dolencia emocional.
Un romance platónico que sólo se nutre de insinuaciones, y la sola idea de consumarlo paraliza a los protagonistas. Como ese bolero, una y otra vez repetido: "No hace falta que te diga que me muero por tener algo contigo...".
A eso se le llama ( tensión sexual no resuelta) a el ambiente que gravita en torno a dos seres que se gustan, donde existe una corriente química en una o ambas
direcciones .
En esa hoja de ruta no hablada, se prescinde de cualquier contacto físico y sólo se permite nutrirse de miradas, discretos roces y ambiguas palabras.
A veces se miran, pero casi siempre eluden cualquier contacto visual, y allí donde no llegan el ojo, ni la voz ni el tacto, se genera una invisible descarga eléctrica que recorre sus cuerpos de manera incontrolada.
Lejos de plantearse un encuentro pasional, alimentan esa sensación de placentero dolor, confinándola al terreno platónico.
Dilatar el encuentro sexual explícito aviva la imaginación, nutre el platonismo y alarga el ansiado bocado.
La lenta fase de conocimiento, el eterno periodo de aproximación, los tímidos riesgos de acercamiento y retroceso... Los dos pasos adelante y uno hacia atrás preceptivos para que el fuego no se extinga, sin saber hasta cuándo durará la llama.
Claro está, el elemento indispensable que ayuda a que la tensión se alargue sin llegar a culminar es la ambigüedad.
Un potente combustible intelectual que tañe directamente sobre nuestras necesidades carnales. Bisbíseos, frases no dichas, miradas esquivas...
Si a ello le sumamos las nuevas tecnologías, que tanto y tan bien estimulan esta situación, el cóctel está servido: ¿quién no ha jugado al doble juego de la insinuación a través de un correo electrónico, una red social o un SMS?
El caldo de cultivo de esta tensión puede tener muchas variantes, explica Raúl Padilla:
"Puede que los protagonistas no lleguen a notarlo nunca o que fluya en una sola dirección. Puede ser realmente inviable porque ambos tengan pareja o que resulte imposible socialmente porque uno de ellos sea alguien inapropiado .familiar, jefe, profesor, etc.-. Y, el peor de los escenarios ,que acabe culminando y sea un desastre generando sentimientos de culpa.
El problema de esta emoción es que aparece donde menos debe: vecinos, compañeros de trabajo, en el gimnasio, con el amigo que siempre nos gustó en silencio, con un familiar...
El juego avanza hasta que uno, o ambos, siente celos, pese a que nunca ha ocurrido nada entre ellos. Aceptar esa atracción sin lazos es un gran paso porque nos permite gestionarla de una manera sana.
En caso de verbalizarlo asumimos el más grave de los riesgos: que uno o ambos, aun sintiendo lo mismo, lleguen a la conclusión de que no pueden consumarlos a causa de compromisos previos, problemas de conciencia, miedo a consecuencias profesionales o injerencias familiares...
En este caso, el estado de excitación controlada se prolongará, revistiendo al otro de un aura casi celestial, en un estado de platonismo tan efervescente como largo.
"Viviremos en un permanente estado de anticipación del gozo", dice el terapeuta.
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