VIVIR SIN MIEDO



Todos estamos de forma constante frente a una decisión que tomar.

Pueden que algunas de estas decisiones ,las más cotidianas, parezcan superfluas, mientras que otras se nos antojan de gran importancia. No hay modo de escapar sin elegir.


Todas las decisiones que debemos tomar, debemos tomarlas a ciegas, nadie conoce el porvenir, ni adivinar el futuro, y por ello nunca sabemos a ciencia cierta a donde conducen los caminos que elegimos.

Por más indicios que tengamos de a dónde suponemos que conducen nuestras elecciones, solo son indicios y suposiciones.

 Existe tal cantidad de factores que influyen en el desenlace de una situación que es imposible tener certeza de lo que sucederá.

A veces nos pone un tanto nerviosos darnos cuenta de que no tenemos el control.

Lo primero que hacemos es negar la incertidumbre, nos creemos únicos artífices de lo que nos sucede, controladores de nuestras emociones, entonces llega el desengaño cuando las cosas no salen como se esperaba.

La clave está , en que dado que nada podemos saber de lo que nos espera, son las intenciones , no las consecuencias, las que deben movernos en determinada dirección.

Si nos centramos en que es lo que sucederá, que será lo mejor, nos quedaremos paralizados, mientras nuestras opciones irán disminuyendo. Si no toleramos la incertidumbre, la libertad se convertirá en una prisión. La salida nos la indicará una brújula que es interna, no externa.

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