El duelo tras una separación es directamente proporcional a la
intensidad del compromiso existente.
El duelo es la vivencia psicológica tras una pérdida en la que se
desencadenan potentes reacciones emocionales, cognitivas, conductuales y
fisiológicas, todas ellas naturales y esperables.
Podríamos definir el duelo de
una ruptura de pareja como un shock sentimental, un estado de parálisis
psicológica, desorientación y vacío. Aunque cada persona es un mundo, y hay
maneras muy distintas de vivir esta experiencia.
La ruptura no deseada produce una desorganización del yo en todas sus
dimensiones.
Puede provocar ansiedad y depresión, sintomatología de estrés
postraumático y síndrome de abstinencia. Adicionalmente, esta vivencia es
susceptible de originar dudas respecto a uno mismo, al otro y miedos hacia el
futuro.
Se ha descubierto que el duelo tras una ruptura es directamente
proporcional a la intensidad del compromiso existente en la relación amorosa.
La mayoría de la gente asegura que le lleva alrededor de un año superar la
ruptura.
El proceso:
Seis etapas emocionales
Se pasan por seis etapas emocionales durante este período de duelo: el
shock, la pena, la adjudicación de la culpa, la resignación (la etapa del
adiós), la reconstrucción y la resolución.
Cada persona las supera a un ritmo distinto, dependiendo de los factores
personales de casa caso. También puede ocurrir que durante el proceso se
produzcan pasos hacia atrás y hacia delante.
1. El shock
El momento de la ruptura a menudo desencadena una sensación de
desorientación y vacío.
Primera etapa definida por la sensación de paralización y
desorientación. Se producen sentimientos de negación (uno piensa que no puede
ser verdad), incredulidad (“no me puede estar pasando) y angustia (“¿qué
hago?”).
La vida se estanca de golpe, y la negatividad se impone en el día a
día. Este shock tiende a durar normalmente como máximo un mes. Entonces es
cuando llega la sensación de pérdida.
2. La pena
Esta fase se caracteriza por un estado de irritabilidad, mal humor,
furia, tristeza y miedo por la incertidumbre. Aparece el impulso de contactar
con la expareja. Es la etapa de lamentarse por la pérdida y rememorar todo lo
vivido juntos.
3. La adjudicación de la culpa
En la siguiente fase llega la necesidad de encontrarle sentido a todo lo
ocurrido.
Intentar analizar qué salió mal y de quién es la culpa. Aparece la
ira, la rabia dirigida hacia la otra persona por el daño provocado, o hacia uno
mismo por el fracaso.
También hay una sensación de ansiedad flotante (búsqueda
del porqué), momentos de soledad y ataques de angustia. Hay mucha labilidad
emocional (odio, tristeza, angustia, libertad, alegría, dolor, injusticia,
perdón, ternura, etcétera.) y aparecen los miedos habituales: no ser capaz de
superarlo, no volver a amar y ser amado o miedo a volver a confiar.
4. La resignación
Llegados a esta etapa, ya ha pasado lo peor, y es momento de asumir que
no hay marcha atrás y que el adiós a la relación es definitivo. No es una
situación fácil, pero ya nos sitúa en la rampa de salida de la angustiosa
situación de las semanas o meses previos.
Empezamos a sentirnos libres, primer
paso para seguir adelante con nuestra vida.
5. La reconstrucción
Esta etapa es el inicio de la reconstrucción activa de nuestra vida sin
pareja. Empiezan a haber más días buenos que malos. Aparecen las ganas reales
de empezar a salir y vivir. Y es cuando se aprende de todo lo vivido.
6. La resolución
Y finalmente, llega la resolución del duelo, el inicio de un nuevo ciclo
vital. Este es el momento de decidir o poder abordar con serenidad el inicio de
una nueva relación amorosa.
Superar la ruptura cuesta más cuando hay terceras personas, por el daño
a la autoestima
Durante todas estas etapas, la persona deberá aceptar que la pérdida es
real e irreversible, le tocará vivir el dolor de esa pérdida y readaptarse a la
nueva realidad sin la persona amada, hasta poder llegar a invertir la energía
en una nueva persona (o no).
También hay que tener en cuenta que hay factores que pueden determinar
que una ruptura sea natural y más breve, o bien traumática y mucho más
compleja.
Cuando una ruptura es inesperada afecta mucho más, así como cuando
existen terceras personas, por el daño que ello produce a la autoestima. Del
mismo modo, si había un alto grado de compromiso con la pareja y proyectos en
común también puede resultar más difícil superar el trance.
Ocurre lo mismo
cuando la persona que no desea seguir con la vida en común no es hábil o
sensible a la hora de comunicar su decisión y de finalizar con la relación.
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