La hipocresía es el acto de fingir que se tienen cualidades, ideas o sentimientos que en realidad no se tienen. La palabra proviene del latín tardío hypocrisis y del griego hypokrisis, que significan acción de desempeñar un papel.
La "hipocresía social" no es ninguna patología, sino una cualidad que nos inculca la propia sociedad en la que vivimos.
Hablar claro muchas veces está mal visto, siendo mejor considerado decir lo que los demás esperan escuchar. Los seres humanos somos muy complejos. Desde que Freud diferencia consciente e inconsciente, manifestar directamente los verdaderos deseos parece un imposible.
Socialmente los hipócritas no son de fiar, pues esconden la realidad de sus pensamientos y disimulan la opinión que otras personas les merecen. En definitiva: mienten, simulan y actúan.
Cuando obramos contrariamente a lo que pensamos o sentimos, estamos siendo hipócritas.
La psicología explica que el comportamiento hipócrita consiste en explicar una acción propia por el entorno y atribuir las acciones del prójimo a cuestiones innatas. Esto supone un juicio sobre el otro y un justificativo sobre las propias acciones.
Para saber si alguna vez has sido hipócrita sólo tienes que pensar en las veces en las que tu comportamiento haya sido disonante respecto a aquello que has sentido o pensado. Esté justificado o no, eso es hipocresía.
El hombre emplea la hipocresía para engañarse a sí mismo, acaso más que para engañar a los otros.
Una cualidad atrayente que contribuye a que las relaciones humanas sean agradables y que la oratoria fluya hasta el corazón de los oyentes es la flexibilidad; y reflejamos flexibilidad cuando nos adaptamos a las circunstancias hasta el punto de entender cómo piensan los demás, para reaccionar en consecuencia.
Sin embargo, surge la pregunta: ¿No estamos actuando y siendo hipócritas cada vez que nos adaptamos a las personas? ¿No es mejor mostrarnos tal como somos y dejar que los que no disfrutan de nuestra compañía se alejen? ¿Es lo mismo actuar, ser adaptable y ser hipócrita?
Para ello es importante trabajar la empatía la cual es una cualidad fundamental de las relaciones humanas, y como tal, debería manifestarse en todos nuestros actos.
Por ilustrarlo, es como respirar con la otra persona o meterte en su pellejo para entender cómo se siente y poder tratarla adecuadamente.
Es necesaria tanto para llevarnos bien como para negociar, formar una alianza o lograr acuerdos. Una persona sin empatía puede hacerse progresivamente insensible hasta un grado extremo, tornando la convivencia pacífica en una donde la reconciliación y el trabajo en equipo se vuelvan prácticamente imposibles.
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