¿Amor incondicional?
La devoción en las relaciones de pareja puede tener una cara B. Si el enamoramiento ciega conductas que cuestionan el respeto, o si la entrega va en una sola dirección, quizás se trate de una relación tóxica.
Entonces al romance sí hay que ponerle condiciones. “En una relación de pareja tóxica existen problemas relacionados con los pilares que sustentan las de pareja sana, como el respeto, la confianza, la aceptación y la buena comunicación”, comenta Esmeralda Salinas, psicóloga .
En la práctica, esto se traduce en conductas como mirar el móvil del compañero o revisar de forma constante sus redes sociales. Ambas reflejan una falta evidente de confianza.
Pero también, permitir insultos y humillaciones, públicas o privadas. O cuando uno de los integrantes intenta solucionar los problemas hablándolos y el otro no. Estos y otros comportamientos despiertan en quien los padece un sentimiento que define de forma clara las relaciones tóxicas: el sufrimiento.
¿Qué desencadena una relación tóxica?
Dicen que los polos opuestos se atraen, pero las relaciones entre caracteres antagónicos tienen una alta probabilidad de ser incompatibles con la felicidad.
“Cuando no coincidimos a nivel de valores, entramos en una dinámica de hacerle ver al otro que le iría mejor si fuera de otra manera: la nuestra. Son situaciones en las que siempre sufrimos porque la otra persona no estará bien si deja de ser quién y cómo es.
Por otra parte, uno tampoco será feliz con alguien a quien no admira o que sueña que un día sea diferente”, revela Silvia Congost, la psicóloga especialista en dependencia emocional y autora de libros como Si duele no es amor .
“Uno no será feliz con alguien a quien no admira o que sueña que un día sea diferente”
Unos límites desdibujados pueden ser también un detonante para este tipo de relaciones. “Si no tenemos claro qué es lo que para nosotros no es negociable, es probable que cuando sucedan determinadas cosas no sepamos si aquello es muy grave o si debemos dejarlo pasar”, añade Congost.
“También es muy frecuente que haya manipulación por parte de un miembro de la pareja. En este caso, para que haya uno que manipule tiene que haber otro u otra que se resigne y se someta porque de no haber una víctima, el papel de agresor no tendría sentido”, aporta Salinas.
Amor ciego
En la fase de enamoramiento, ni los defectos se ven claros ni es fácil ser racional ante actitudes que no se comparten. “En ella, las emociones están a flor de piel y todo se ve de color de rosa.
La parte más negativa de esta etapa es que suele costar más razonar con claridad. Tantear lo que gusta y lo que no, es algo que deberíamos tener en cuenta siempre para no vernos inmersos en una relación tóxica”, advierte Salinas.
Asimismo, un alto grado de empatía puede fomentar la toxicidad. El entendimiento hacia la otra parte es positivo, pero hasta un punto.
“Una empatía excesiva puede llevarnos a que nos manipulen y a comprender y justificar actos injustificables, llegando incluso a ser capaces de renunciar a nosotros mismos a cambio de mantenernos al lado de una persona que no nos conviene”, justifica.
La toxicidad es cosa de dos
Como dice Congost: “Se considera tóxico quien hace sufrir a la otra persona con su conducta”.
Sin embargo, que esa persona desarrolle este tipo de comportamiento con la pareja no significa que siempre sea así. “Una persona puede ser tóxica para ti, porque su manera de hablarte, de comportarse, de hacer las cosas te hace sufrir, pero no ser una persona tóxica en sí misma, e incluso funcionar perfectamente con otros perfiles”, añade la psicóloga.
No obstante, cuando una relación es tóxica el malestar suele generarse en ambas partes. “Son casos en los que nos enfadamos por cómo se comporta el otro, por cómo hace las cosas, por cualquier situación…
Lo más absurdo, puede desencadenar la pelea más grande. Eso va creando una sensación de frustración, de desgaste y de vacío en nuestro interior, que nos va alejando emocionalmente cada vez más.
¿Hay esperanza para estas relaciones?
La voluntad es la cualidad indispensable para comenzar a trabajar en este tipo de relaciones, siempre que no se hayan producido daños en la autoestima.
“Si las diferencias no son aspectos que choquen con los valores principales de la persona y la otra parte no ha dañado la dignidad con su conducta, se pueden aprender nuevas formas de relacionarse que permitirán fluir mejor”, indica Congost.
Pero subraya que eso solo sucederá si ambas partes están motivadas por igual para conseguir ese objetivo.
Cambiar la forma de relacionarse requiere mucha voluntad e implicación
Salinas coincide en este aspecto, y alude al interés real para la transformación. “En muchas ocasiones el cambio tiene que ser muy profundo y requiere acudir a terapia, lo cual conlleva una gran implicación” en la misma, comenta.
Las psicólogas alertan sobre los casos en que es uno mismo quien se crea expectativas y confía en que se modifique el comportamiento de la pareja.
“Muchas veces esperamos que la otra persona cambie aunque no existe por su parte un interés real en hacerlo. No vale con que la persona tóxica manifieste intención de cambio, importan los hechos, porque son los únicos que nos va a aportar información real”, enfatiza Salinas.
“No vale con que la persona tóxica diga que quiere cambiar; importan los hechos”.
Esmeralda Salinas
Psicóloga.
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