PERSONAS MANIPULADORAS, CÓMO DESCUBRIRLAS Y DESARMARLAS



Quién no se ha topado alguna vez con un lobo con piel de cordero?

 Esas personas que te convencen de que lo mejor para ti, casualmente es lo mejor para ellos, hasta que finalmente te encuentras haciendo cosas que realmente no deseabas hacer.

 Esas personas que no tienen ningún reparo en pedirte que antepongas sus necesidades a las tuyas “por el bien común” o por cualquier otra estratagema.  Esas personas que después de lograr lo que querían de ti, ni siquiera se muestran agradecidos…

 Esas personas son manipuladoras, y son muy comunes en nuestra sociedad actual. Dichos sujetos tienen grandes habilidades a la hora de distorsionar tus capacidades, haciendo que dudes de ellas y haciéndote sentir frágil o inferior. 

Esa distorsión les da fuerza a la hora de llevarte a su terreno y de convencerte de que no eres capaz de hacer algo o de que deberías seguir su consejo ya que a él todo se le da mejor que a ti.

 De la misma manera, su fuerte es la explotación emocional, es decir, el manejo de tus emociones para conseguir que te sientas culpable (por algo que seguramente ni siquiera has hecho) y que por ello accedas a sus peticiones o intereses.

 De esta y otras maneras, las personas manipuladoras logran tomar el control y beneficiarse de las víctimas que le rodean de forma consciente y deliberada.

¿Cómo son las personas manipuladoras?

Son especialistas en identificar tus debilidades

Todos las tenemos y son su mayor arma para herirte, ya que si flaqueas en tus convicciones, si hay algo de lo que no te sientas orgulloso, el manipulador lo encontrará y te torturará con ello, dándole mil vueltas hasta convertirlo en un proyectil en tu dirección.

 Son implacables a la hora de alcanzar sus objetivos

Eso significa que pasan por encima de quien sea necesario y por supuesto,  el fin justifica los medios. Cuando trazan un plan de acción, no les tiembla el juicio para hacer o decir lo necesario, sea cruel, sádico o despiadado,  con tal de llegar a donde querían.

 Eso si, casi ni te enterarás gracias a sus brillantes y magistrales interpretaciones, que te harán aplaudir de emoción.

Nunca tienen suficiente

Manipular es sinónimo de poder, y por lo tanto, siempre quieren tener más, llegar más lejos, conquistar más almas. Alcanzar nuevos horizontes a costa de los demás.

 Cuando ven que sus habilidades les permiten (sin escrúpulos morales) alcanzar metas que por medios propios no podrían, se les llena el corazón de ambición y ansias de más, una adicción que les lleva inevitablemente a la eterna insatisfacción por lo logrado.

 La sensación de control

La que se procuran con todo este juego, les hace sentirse superiores al resto de mortales. Ese es un licor que embriaga a la vez que encadena en la búsqueda constante de mantener o mejorar el nivel alcanzado.

 Por otro lado, las personas que necesitan sentirse superiores, especialmente a través de pisar a los demás, reflejan un interior podrido y pobre, lleno de carencias e inseguridades que protegen con esa falsa apariencia de poder y control.

 ¿Todos los manipuladores siguen el mismo patrón?

Ya que el arte de la manipulación engloba multitud de actitudes y cualidades, podemos diferenciar varios subtipos de este género:

 La pobre víctima

Es un clásico. La persona es una víctima del mundo. Todo le pasa a ella y los demás se aprovechan de forma perenne. Este tipo de manipulador hace que te sientas culpable de sus desgracias y de lo injusta que es la vida con él, hasta que finalmente accedes a sus peticiones por una mezcla de pena y culpa que te embargan.

 Después te sientes hastiado y ciertamente decepcionado porque no es lo que tú deseabas, pero de alguna manera ha conseguido convencerte con sus lágrimas de cocodrilo.

 El eterno dependiente

Este manipulador juega con tu ego. Hace que te sientas muy superior, el mejor, mientras que él es poca cosa, débil e inútil, y por supuesto, incapaz de hacer cosas que tu si que puedes hacer… Ahí te ha pillado.

 Tu compasión hacia su debilidad sumada a tu ego personal de fortaleza y capacidad te pierden, obligándote sin que te des cuenta a hacer cosas que la otra persona puede hacer, pero que no hará porque se las haces tu.

 Así se libra de las consecuencias que puedan tener esos actos que te incita a realizar y se evita también el esfuerzo que suponen.

El provocador

Este manipulador juega totalmente al revés. No deja de mostrar tanto su fuerza como su agresividad, de tal modo que prefieres acabar cediendo a tener que enfrentarte a él o generar una disputa. 

Utilizando esta baza, el manipulador siempre se lleva el gato al agua, consiguiendo “un consenso” a su favor en la inmensa mayoría de los casos, y anulando al resto en su favor.

 Los demás, a su vez, cada vez se sienten con menos capacidad de decisión o de convocación, por lo que poco a poco acaban allanándole el camino al macho alfa dominante.

El interpretador

Este sujeto resulta mucho más enrevesado y maquiavélico, ya que extrae las palabras de tu boca, para transformarlas en otra cosa, la cual supuestamente has dicho, pero que va a perjudicarte contundentemente.

 Con sus malas artes, al final, acabarás sintiendo remordimientos por haber presuntamente dicho algo inapropiado o por haber herido a alguien con esos imaginados comentarios. 

También así, modificando levemente tus dichos, haciéndoselos llegar a la persona idónea y tergiversando ligeramente la perspectiva e intencionalidad del contenido, siendo el malo, sin haber tenido siquiera un papel en la función. ¡Bravísimo!

 El desprestigitador

Este individuo se siente simplemente perfecto. Una deidad en estado puro. 

Cada vez que hagas un comentario que pueda aprovechar, va a hacer notar que te has equivocado, va a resaltar cuando se le de oportunidad tus defectos y va a ridiculizarte con sus ácidos comentarios hacia tus particularidades. 

Son los jueces del mundo y si estás en su punto de mira, cierran la sesión a golpe de mazo, sin posibilidad de réplica o defensa.


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