Espacio vacío
Somos lo que habitamos. El campo que nos rodea incide en nuestra forma
de vida y pensamientos. De ahí que la practica de vaciar nuestro espacio de
trabajo el el hogar que habitamos puede ayudar mucho para aprender a vivir en
la sencillez. Tal como vaciamos un espacio, lo hacemos con nuestra mente.
Los lugares son una expresión de nuestra psique y si queremos
transformarla, depurándola es necesario ayudarla con recursos como éste. Vacía,
suelta, deja ir y tu mente lo agradecerá. Poco a poco irás dando más valor a lo
simple.
La magia del orden
Despréndete de todo lo que no necesites. Elimina lo superfluo, una lección que aprendimos del bestseller de Marie Kondo.
Vivimos rodeados de cosas
innecesarias, así que pon orden en tu casa y en tu vida, simplificando para
quedarte con lo esencial. Igualmente, ventila tu casa y la mente en cada
amanecer. No dejes que las cosas se acumulen o que las capas de tu personalidad
te sometan. La carga pesa y no nos deja vivir tranquilos.
Estar en calma
Para valorar las pequeñas cosas y saborear la sencillez primero hay que parar. Meditar nos enseña a poner la atención en la respiración para, desde ella, bajar las frecuencias de la mente. Si estamos en calma podemos percibir lo simple viendo en el fondo del lago.
Si vivimos en la agitación las olas de la mente no nos dejan ver. Así que rebaja tu intensidad mental y el ritmo de tu día a día en todo lo que sea posible. Aprende a desconectar y estar en calma.
Espontaneidad e intuición
Cuando te enfocas en el presente, prestando atención a lo inmediato,
vives desde la espontaneidad y la intuición. De esta manera las cosas fluyen de
otra manera, sin tener que forzar, de un modo mucho más simple. Nos enredamos
en planificar, esclavizados por los designios de la mente racional, pero hay
otros caminos que pueden ser más simples y beneficiosos. Escucha a tu intuición
y vive de una forma espontánea. Es más simple.
Fijarse en lo esencial
Centrarse en lo obvio es una de las formas de distinguir lo esencial de lo anecdótico. No te pierdas por los cerros de Úbeda, en los laberintos de la mente o las distracciones de la cotidianeidad.
Pon el foco en el presente, en la acción que desarrollas y desde ahí podrás valorar los pequeños detalles, aquello sobre lo que no prestabas atención y puede colmarte de felicidad. Lo esencial es tan simple que muchas veces no lo vemos, no lo sentimos, no lo ponemos en valor.
Creemos que la felicidad está en grandes logros o
adquisiciones, pero cuando vemos la muerte de cerca, valoramos cada soplo de
vida: poder ver la sonrisa en un ser querido, la oportunidad de vivir un nuevo
día.
Saborea lo simple
Saber ver y escuchar son bases o herramientas desde las que poder
saborear lo sencillo. No son necesarios los grandes discursos o las ampulosas
comidas. El valor de la materia prima. Un buen aceite, una manzana fresca y
crujiente, una palabra exacta…
Nos perdemos en discursos infinitos, en capas virtuales que perturban
la visión, en recargadas recetas que disfrazan la realidad.
Saborear la sencillez es descubrir el valor de lo que siempre estuvo
ahí, lo que está al alcance de nuestras manos, los pequeños placeres que nos da
la vida.
La meditación Zen
Pautas para practicar
1. Siéntate en una postura fácil que sea cómoda para ti. Sobre un cojín
en el suelo, con las piernas cruzadas, o en una silla con las piernas separadas
a la distancia de cadera y la columna recta.
2. Fija la atención en un punto en la pared, con la mirada entreabierta.
3. Posa las palmas de las manos boca arriba sobre el regazo y permite
que los pulgares se toquen levemente.
4. Entra, poco a poco, en contacto con tu respiración, centrando la
atención en cada inhalación y exhalación. Permite que cada vez sean más lentas.
5. Vacía la mente y deja que los pensamientos pasen. No tienes que hacer
nada más.
Daichi Sokei, un famoso monje y poeta zen, decía: “Si alguien pregunta
qué es el verdadero Zen, no hace falta que abráis la boca para explicarle.
Mostrad todos los aspectos de vuestra postura. Entonces el viento de primavera
soplará y hará que se abra la maravillosa flor del cerezo.”
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