¿SATURADO ? ¿AGOBIADO ? PRACTICA EL ZEN, EL ARTE DE SABOREAR LA SENCILLEZ



 

El Zen es una disciplina que busca transformar la conciencia y despertarnos del mundo de ensoñaciones en la que nos sumerge la cadena de pensamientos.


 No implica un sistema de creencias, sino la experiencia de vivir la vida tal y como acontece en el momento presente. Para lograrlo nos enseña a depurar, en un camino de austeridad que alaba la sencillez.

 

Vivir con muy poco puede ser un mar de abundancia en una sociedad saturada de materialismo y distracciones digitales. Alan Watts, uno de sus principales introductores, decía: “El Zen es suspender las reglas que hemos puesto sobre las cosas y ver el mundo como es realmente”.


La estética del Zen da valor al vacío y el silencio, destacando un solo elemento decorativo. Es la base del minimal pictórico o decorativo que practicaron artistas como Sol LeWitt, John Cage, Robert Rauschenberg o Merce Cunninghan.

 

Cuando uno practica el Zen desarrolla la intuición, la percepción del silencio y lo sutil. Al igual que eliminamos lo superfluo en los espacios, lo hacemos en nuestra psicología.


El filósofo y psicoanalista Erich Fromm también estuvo influenciado por el zen, que incita a suprimir las capas de personalidad innecesarias para ir a la esencia de nuestra persona, olvidando pasado y futuro. El foco está en lo que acontece puramente, sin excusas ni adornos.

 

D.T. Suzuki , una de las mayores autoridades que hubo en la materia, parafraseando a Buda recordaba: “El Zen es encontrar la fuerza auténtica e ilimitada en las profundidades del ser. Sé una lámpara de ti mismo.”

 

Pero el zen ni se lee ni se aprende, es una experiencia meditativa llamada zazen, que se practica sentado en postura fácil mirando a un punto fijo en la pared. No hay que hacer nada, tan sólo sentarse con uno mismo.


Esta es una filosofía derivada del budismo que llegó a Japón en el siglo XIII procedente de la China, donde se conocía desde hacía siglos bajo el nombre de Chán. Significa meditación y, desde esta práctica fundamental, nos enseña a valorar la verdadera esencia de las cosas.


Algo que sólo podemos hacer si nos depuramos y vaciamos.

Saborear la sencillez es dar valor a pequeños actos cotidianos como salir a dar un paseo, leer un libro o conversar con tu hijo. Antes de la pandemia el mundo transitaba a otro ritmo y teníamos múltiples ocupaciones o diversiones a la carta. 


Hoy las restricciones y el confinamiento son una oportunidad para valorar las pequeñas cosas, saboreando la riqueza del instante.


Antes teníamos múltiples ocupaciones; hoy es más fácil valorar las pequeñas cosas.


El sentido del zen es no tener nada en plena era de la opulencia. El zen posee máximas que invitan a simplificar los procesos mentales, porque todo está en la mente. “Cuando ningún pensamiento asciende, la realidad aparece en su totalidad.”


Y bellos cuentos, como el del maestro zen que recibió a un profesor de universidad que vino a preguntarle sobre el Zen.


 El maestro sirvió té y, cuando hubo llenado su taza, siguió sirviendo hasta verter el contenido. El profesor lo observó durante un tiempo hasta que no pudo quedarse callado y le dijo: “Está vertiendo el té, por favor pare.” A lo que el maestro le contestó: “Al igual que esta taza, usted está lleno de sus propias creencias y opiniones. 


¿Cómo puedo enseñarle si primero no vacía su taza?”


No aferrarse al ego

Practicar el desapego liberándose del ego es una de las grandes enseñanzas del budismo. Nos creemos muy importantes desde ese personaje que nos gobierna. Para poder saborear la sencillez es preciso reducir la voz del protagonista de nuestras vidas.


Limpiar y vaciar la mente

Esta es una de las consecuencias y beneficios de la meditación. Paramos y silenciamos la mente para vaciarla, limpiando el poso de los pensamientos incesantes. Nos da miedo el vacío, pero más allá de los procesos mentales hay profundas sensaciones y emociones con las que es bueno conectar.


Vivir el presente

Simplificar es vivir en el presente poniendo la atención en cada momento como algo absoluto y trascendente. Si no, se nos pasa la vida sin darnos cuenta, embotados por el velo del pasado y las expectativas de un futuro que pocas veces se cumple. Todo es más sencillo si vivimos en el presente.


Ver la realidad sin conceptos

Lo que proponía Alan Watts: vivir sin prejuicios ni pensamientos limitantes que condicionan la realidad. No hay que poner filtros, sino desnudar la mirada para que sea pura y simple. Si paramos los pensamientos reactivos y el ritmo mental gracias a la meditación, podremos ver la realidad de otro modo.


Sencillez  y austeridad

El valor de lo austero es la plenitud de vivir con muy poco. La sencillez es el arte de valorar las pequeñas cosas. La felicidad puede estar en la palma de la mano en un bello instante que no debemos dejar pasar. Debemos volver a dar importancia a todo aquello que la vida opulenta ha desvirtuado.


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