POR QUÉ ENTRENAR TU CAPACIDAD DE ASOMBRO TE HARÁ MÁS FELIZ



 Diversas investigaciones sugieren que asombrarse desestresa y nos conecta con los demás, entre otros muchos beneficios.


Las noticias y los consejos acerca de cómo aumentar nuestros niveles de felicidad y sentirnos más serenos se multiplican en los medios de comunicación día tras día. 


Será porque vivimos en una sociedad crónicamente estresada, o será porque cada vez somos más conscientes de las repercusiones del bienestar psíquico en la salud. Pero tanta propuesta, a veces, puede acabar por abrumarnos y producir el efecto contrario. ¿Quién tiene tiempo, con las apretadas agendas que solemos llevar, para hacer aún más cosas?

 

Sin embargo, existe una receta muy sencilla, que apenas requiere tiempo y esfuerzo y que produce grandes transformaciones en quien se la aplica. Se trata de entrenar nuestra capacidad de asombro, de buscar oportunidades diarias para maravillarnos con la realidad que nos rodea.


Que se nos ponga la carne de gallina o nos quedemos boquiabiertos ante algo o alguien ya supone una experiencia importante por sí misma. Pero es que, además, un número creciente de investigaciones sugiere que el asombro conlleva un amplio rango de beneficios en la sensación de felicidad y en la salud, e incluso algunos inesperados como la generosidad, la humildad y el pensamiento crítico.

 

La capacidad de asombro o la experiencia de maravillarse sucede de muchas maneras. Una puesta de sol que nos quita el aliento, la vista desde lo alto de una montaña en un día claro, escuchar una melodía que nos conmueve, mirar a los ojos a un recién nacido, leer un poema que nos toca el alma, sentirse uno con una multitud en un concierto o en un acontecimiento deportivo, escuchar la risa de tu hijo, pasear por un campo de cerezos en flor…

 

 El asombro es el sentimiento de estar en presencia de algo más vasto que nosotros y que trasciende nuestra comprensión del mundo. Durante siglos esta sensación se asociaba solo a lo sagrado, aunque desde hace unos veinte años las investigaciones al respecto se encaminan a estudiar lo que nos maravilla en nuestra vida cotidiana.

 

Las experiencias de asombro y sobrecogimiento son diversas, pero los estudiosos han comprobado que tienen algunas cosas en común. Una que llama la atención es que las personas que se exponen a situaciones que les maravillan favorecen su altruismo, pues tienden a darse menos importancia personal, a tomar decisiones más éticas y a mirar por el bien de la comunidad.

 

Muchos beneficios asociados

Otros beneficios del asombro, según diferentes estudios, son: menos estrés, más presencia, más inteligencia, más creatividad, menos egoísmo, más bondad, más generosidad y más conciencia del medio ambiente.

 

En nuestras ocupadísimas vidas es probable que las oportunidades para experimentar el asombro se nos escurran entre los dedos.


 Nos apresuramos todo el tiempo, sin pararnos lo suficiente para permitirnos la posibilidad de la maravilla. No en vano se estima que en 2019 una de cada cinco bajas de larga duración en el trabajo se debió al estrés.


 En solo diez años, el número de ausencias relacionadas con la salud mental aumentó del 30 al 48%, y aún está por ver cuál será el mapa del estrés y las enfermedades mentales una vez hayamos superado lo peor de la pandemia.

 

 Es normal que la mayoría de las experiencias de asombro nos pasen desapercibidas mientras nos apresuramos hacia la siguiente reunión o caminamos con los ojos pegados a la pantalla. 


Nuestros dispositivos “inteligentes” nos roban, sin que nos demos cuenta, un tercio del tiempo de nuestros días. Esto, sumado a muchas otras circunstancias, nos está convirtiendo en seres cada vez más individualistas.

 

Si caminamos con los ojos pegados a la pantalla es difícil poder maravillarse.


Así las cosas, no resulta tan raro que no tengamos a menudo la oportunidad de sentirnos cautivados por una pieza musical sublime o que el contacto con la naturaleza haya sido sustituido por el consumismo.


 Medimos el éxito más por el estatus que proporciona o por los resultados que obtenemos que por el puro placer de vivir. Y así, nos estamos perdiendo algo muy valioso mientras estamos ocupados haciendo quién sabe qué. Una vida estresada es una vida en la que no hay espacio para maravillarse.

 

Y sin embargo, eso es justo lo que necesitamos. No solo para disfrutar más y estresarnos menos, sino también para estimular el asombro y la curiosidad. 


La ciencia lo ha demostrado, pero cualquier padre puede dar fe de ello, pues los niños son maestros del asombro. ¿Alguna vez se han fijado en la actitud de un niño de tres o cuatro años? 


Las criaturas viven en un estado de perpetuo asombro, descubriendo el mundo y preguntándose (y preguntándonos) constantemente “¿por qué?”. Esta es la misma actitud que comparten la mayoría de los genios.


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