La historia evolutiva de nuestros antepasados, hace 100.000 años, y su
supervivencia tiene mucho que decir en lo innato y universal del lenguaje
corporal.
En los albores de la humanidad
solo existían los comportamientos no verbales, y vivir o morir dependía de su
lectura.
Nuestro cuerpo emite señales que se entienden sin expresar nada
verbalmente y es un proceso inmediato y automático. Por ejemplo, nuestro rostro
comunica el miedo involuntariamente y esto tiene unas razones específicas. El
miedo puede detectarse fácilmente en la mirada.
La expresión corporal del miedo nos permite expandir el pecho y aspirar
más oxígeno, preparando el cuerpo para luchar o huir.
Los ojos se agrandan, aumentando el campo visual y permitiéndonos ver
más cosas.
Al contrario, cuando estamos enfadados, fruncimos el entrecejo,
estrechando y acotando el campo visual para restringir a nuestro objetivo.
Nuestros comportamientos no verbales están inmersos en nuestra historia
evolutiva para ayudar a comunicar nuestras necesidades inmóviles más básicas en
relación con la supervivencia.
¿EL CUERPO NO MIENTE?
Según la Dra. Lilian Glass, experta en comunicación y analista del
comportamiento, el cuerpo no miente, a menos que seamos un especialista en
ello. Y de esos, constata, hay muy pocos.
Ciertas emociones están vinculadas con determinadas expresiones
corporales y esto es así también a la inversa, porque es un mecanismo innato.
Expresamos corporalmente lo que sentimos.
El cuerpo no miento, dice la experta en comunicación y analista del
comportamiento Lilian Glass.
El sistema límbico está formado por varias estructuras cerebrales que
regulan las respuestas fisiológicas frente a determinados estímulos.
Se desarrolló evolutivamente para reaccionar cuando estamos en peligro o
cuando vemos una amenaza.
Los estados emocionales tienen su principal base neurológica en este
sistema. Se compara a nuestro sistema límbico con un software que funciona por
defecto y, nos guste o no, afecta a la forma en que movemos el cuerpo.
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