Durante siglos hemos buscado el Poder fuera; en los padres, en los dioses, en los superiores, en los reyes, en los sabios, en magos, en la medicina, en la religión… Ahora entendemos que al poder sólo lo encontraremos dentro de nosotros mismos.
¿Quién más que uno mismo tiene poder sobre si?
¿Quién tiene el poder de pensar en nuestra propia mente?
¿Acaso alguien puede impedirnos elegir tener pensamientos de prosperidad, puede alguien impedirnos actuar desde el amor, puede alguien frenarnos en aumentar nuestra propia felicidad?
Nadie puede obligarnos a tener ideas negativas, tristes, catastróficas, dañinas… Pues nadie se puede meter en nuestra cabeza, ni tampoco sentir por nuestro propio corazón.
Dentro de todos y cada uno de nosotros brilla un poder interior que se expande en función de nuestras vivencias y comportamientos. Él nos guía natural y amorosamente hacia la salud perfecta, la pareja perfecta, la profesión perfecta y nos ofrece la prosperidad en todo aquello que deseamos.
Nuestro poder interior es el motor de nuestra felicidad.
Cuanto más consideramos esta guía, esta esencia, ese poder interior, dale el nombre que tú sientas más apropiado para ti, cuanto más cultivamos el amor en los gestos, ideas y pensamientos de nuestro hacer cotidiano, más lo hacemos nuestro a la vez que nos convertimos en Él. Amarnos a nosotros mismos es reconocer esa guía, es crecer con esa luz y hacer que se expanda libremente desde nuestro interior hacia su fuente, el mismo universo.
El peligro reside en el OLVIDO de quienes somos y qué hemos venido a hacer en este rincón de universo, qué tipo de sentimientos hemos venido a experimentar como seres humanos, a compartir y expandir en este mundo.
Abandonarnos es darle la espalda a esta Realidad. Olvidarnos de ser felices es convertirnos en seres prisioneros de la incapacidad (no soy capaz de esto, no voy a lograr lo otro, no me merezco esto, esto no es para mí…), en víctimas de los demás (si mis padres se hubiesen comportado de otra forma, si mis hermanos me hubiesen entendido,…), nos convertimos en ciegos ante nuestra propia responsabilidad.
En inválidos a la hora de aumentar nuestro propio poder interior. Nos convertimos en el renegado ante nuestro único guía interior. Negar nuestras capacidades nos convierte en victimas.
Entonces surgen: el desamor, la rabia, el resentimiento, la tristeza, el dolor, la enfermedad y todo sentimiento de incapacidad, de autocrítica,…como llamadas de atención para decirnos: ¡ojo, que no es por ahí! ¡Que eso no te hace feliz!
Honestamente, lo encuentro muy en el tono "new age", que pretende ser profundo y espiritual, pero no dice nada. Mucho clishé. No profundiza ni un poquito en nada.
ResponderEliminarGracias por tu opinión ,
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