Quejarnos porque una situación no nos gusta o creemos que es injusta es algo normal. Lo hacemos todos. Sin embargo, hay personas que 'se instalan' en la queja, entran en una especie de bucle del que les es muy difícil salir.
A veces porque no saben cómo. Otras porque no son capaces de reconocerse como personas 'quejicas'. Vamos a comprender cómo se forma este tipo de personalidad y qué hacer para salir definitivamente de la queja constante.
¿Cómo se forma la personalidad del 'quejica'?
"La queja aparece como medio de expresión ante una frustración o malestar percibido, y nos quejamos con el fin de liberar y manejar ese malestar.
El problema aparece cuando la queja forma parte de nuestro patrón de comunicación cotidiano", nos explica la psicóloga Margarita Carrasco, del Hospital Sanitas La Moraleja.
No es lo mismo que tener una personalidad reaccionaria.
"Expresar malestar emocional, cuando algo nos frustra, nos duele o nos enfada, es una reacción sana mentalmente", comenta.
Es necesario dar
un lugar a las emociones desagradables que sentimos, y buscar apoyo en los
otros para aliviar el dolor.
Existen diferentes factores de personalidad, más allá del pesimismo, asociados a este motivo.
"Entre los más relevantes se encuentra la dificultad a la hora de hacer autocrítica, ya que estas personas tienden tanto a no responsabilizarse de sus errores, como a culpar a los demás de los mismos".
La psicóloga de Sanitas añade que, además, estas personas se caracterizan por tener un locus de control externo. Este factor hace referencia a la percepción que sienten algunas personas sobre no tener el control de lo que ocurre en sus vidas.
¿Cómo afecta a la calidad de vida?
Margarita Carrasco alerta de que la calidad de vida se ve afectada, ya
que la persona que está en la queja constante, lo que está expresando es
sufrimiento. Además, esa queja permanente, hace que la solución a sus problemas
nunca llegue, "lo que afecta directamente a su salud mental".
El primer paso es la identificación, es necesario ser consciente que uno mimo está implantado en la queja.
Para identificar esto, podemos hacer el
ejercicio de analizar nuestro discurso durante unos días, y comprobar así, si
nuestro lenguaje está centrado en las soluciones, o, por el contrario, está
centrado en los problemas.
Escucha y acepta tu emoción, sin cuestionarte ni juzgarte por sentirte
mal. Ahora bien, no te quedes de forma pasiva en el malestar que ha generado tu
queja.
Reformula la situación, ¿la puedo ver desde otro punto de vista?
Pasa a la acción, ¿puedo hacer algo por cambiar la situación o sentirme
mejor? Si es que sí, debo poner en marcha mis estrategas de afrontamiento para
solucionar el problema
Acepta lo que no puedes cambiar: si el problema no tiene solución,
tendré que trabajar en la aceptación del mismo.
Haz ejercicios de gratitud: piensa cada día en al menos tres cosas
agradables que te hayan ocurrido. Este ejercicio nos va a ayudar a quitar el
foco de atención de los pensamientos negativos.
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